El Gourmet
Musical acaba de compilar en libro a unos veinte autores que tratan las
múltiples facetas del genial cañuelense: sus trabajos en musicología, el
compositor de música para películas y obras de teatro, su tarea de innovador como divulgador científico, sus ideas nacionalistas, entre otras.
En los diez últimos años ha habido una valoración de la obra
Carlos Vega, desde diferentes campos, que va más allá de su labor pionera en la
musicología. En Cañuelas, existe un cierto conocimiento de sus tres primeros
libros puramente literarios, pero poco se sabe, por ejemplo, del Carlos Vega
compositor de música libre, o destinada al teatro o el cinematógrafo,
creaciones, estas dos últimas, donde pudo volcar sus dos pasiones de
adolescencia: las letras y la música, vinculadas, como ocurre en la acción
dramática y en la música popular.
En “Estudios sobre la obra de Carlos Vega” (Gourmet Musical
Ediciones, Marzo de 2015) concurren ensayos musicológicos, folklóricos,
históricos, sociológicos, científicos. Su compilador es Enrique Cámara de
Landa, Doctor en Etnomusicología y Catedrático de la Universidad de Valladolid
en España. Al tratarse de un libro de casi 500 páginas, esta nota es una mera
invitación a su lectura. Cabe destacar lo relevante de la edición, que incluye
partituras, fotografías de sus viajes, antiguos anuncios publicitarios, y la
datación de las obras completas de Vega, lo que es decir, un adjunto de 70
páginas (¡!) solo con nombres de libros, artículos y composiciones musicales.
Elijamos algunos aspectos para su comentario. Al menos dos
de los artículos que contiene el libro, intentan dar cuenta de la relación de
Carlos Vega con las ideologías imperantes en el campo de la ciencia y su
correlato con la política y los demás autores argentinos. Un lugar común de las
críticas que le realizaron sus contendientes, es la buscada neutralidad de los
estudios folklóricos de Vega, Bernardo Illari en el ensayo “Vega: nacionalismos
y (a)política” escribe sin más: “Ser apolítico: he aquí una de las
preocupaciones más caras a Vega”. Cuanto era una postura que respondía a los
excesivos apasionamientos de la época que menoscababan, en definitiva, la
vocación final del cañuelense: fundar una disciplina de carácter científico,
apoyada en una cantidad inigualable de registros empíricos (70 grupos distintos
de tomas o melodías, que implicaron una cantidad parecida de viajes, entre 1931
y 1965, por las provincias y países limítrofes). No obstante, el mismo artículo
citado, lo muestra a Carlos Vega en la vertiente nacionalista de uno de sus
maestros: Ricardo Rojas, quien le ofreció un espacio de investigación en el
Instituto de Literatura Argentina que el tucumano creó y dirigió en la
Universidad de Buenos Aires. En ese sentido se citan estas palabras tempranas
de Vega: “Yo soy argentino; y aunque no sé de alardes patrioteros,
deploro nuestra condición de pueblo sin folk-lore porque he creído siempre que
la mente del artista, vuelta hacia adentro y proyectada hacia el corazón
aventurero y adolorido del propio pueblo, vuelve siempre a la superficie con la
cosecha de una canción humana” (Acerca de
la canción argentina, 1926).
Resulta interesante el artículo “Carlos Vega: ¿Un precursor
de la divulgación científica?”, en torno a su primer libro sobre los
instrumentos musicales aborígenes y criollos, de 1946, la autora del artículo, Yolanda Melo,
lo marca como hito fundacional de la disciplina en lengua española, el
que además por su proceso de elaboración y expresión de la temática sería un
paradigma actual de la divulgación científica.
Dejamos para el final el comentario al trabajo de Héctor
Luis Goyena “La etnomusicología al servicio del teatro y del cinematógrafo:
Carlos Vega compositor”. El actual director del Instituto Nacional de
Musicología, escribe que encuentra entre sus papeles del archivo de la
Universidad Católica Argentina “un testimonio de lo que podría considerarse una
de sus primeras aproximaciones al teatro, el programa de una velada literario-
musical organizada por la Escuela Normal Popular en ´honor de sus primeras
egresadas’ en el Teatro de la Sociedad Italiana de Cañuelas, su ciudad natal”,
y continúa datando la fecha exacta: “En la función del domingo 24 de septiembre
de 1916 (Carlos Vega contaba 18 años), intervino como actor en dos pasos de
comedia, en el denominado ‘Lo imprevisto’
y el que cerró el espectáculo, ‘Los
pantalones’”. Asimismo habría recitado el monólogo ‘Víspera de boda’, como no se citan autores, para Goyena se abre el
interrogante de si no habrá sido el mismo Carlos Vega el autor de estas obras.
En el archivo de la Universidad, también se encuentran “poemas, cuentos y
relatos breves fechados entre fines de la década de 1910 y comienzos de la
siguiente”, los que seguramente son parte del material de sus tres primeros
libros publicados, dos de poesía y uno de cuentos. Seguidamente Goyena relata
la “profunda amistad” que entabló Vega con Alfonsina Storni (ya instalado en Buenos Aires, a partir de 1920), y la dura crítica que J. L.
Borges realizara a su segundo poemario.
Entre las músicas más conocidas que Carlos Vega realizó para
teatro, se encuentra la obra “La Salamanca” de Ricardo Rojas, estrenada el 10
de septiembre de 1943 en el Teatro Nacional de la Comedia (hoy Cervantes). El
cañuelense también proyectó espectáculos escénicos-musicales, y temas para
ballets, entre los últimos nombramos: “Creación y ascenso del hombre”, donde a
través de mitos recreaba el nacimiento de los elementos y del arte; y el
argumento para el ballet Supay, con música de su esposa Silvia Eisenstein,
estrenado en el Teatro Colón el 18 de noviembre de 1953. Finalmente, hizo la
música para tres películas: “La carga de los valientes” de 1940, “Tierras
hechizadas” de 1948, y “Alma liberada” de 1951, junto a Silvia Eisenstein. En
el caso de la primera “una de las producciones más ambiciosas del cine
nacional”, escribe Goyena, la que combinaba intriga romántica con una epopeya
inspirada en la historia argentina.
Periódico La información de Cañuelas n°301, junio
2015.
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