En un principio el Club Estudiantes ofrece generosamente sus instalaciones para la biblioteca, espacio que se inaugura el domingo 3 de julio de 1927. Aquel día, Carlos Vega, director a los 29 años, decía: “La Biblioteca Popular de Cañuelas es una institución autónoma que abre hoy sus puertas a todos los vecinos de Cañuelas ya los lectores de todas partes que tienen el gusto de asistir a la modesta salita de lectura ya sus veladas de arte. Tres o cuatrocientos libros constituyen hoy todo el capital de la biblioteca naciente; pero nuestra inscripción en la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares, creada por la Ley Sarmiento, nos asegura un rápido porvenir ”.
El mismo año, Carlos Vega proponía a la comisión directiva
¡la creación de un periódico propio!, se llamó Índice, y se repartía
gratuitamente entre los socios. En uno de sus números, Vega se quejaba de cierto conservadurismo
de lo que llamaba solapadamente en sus obras literarias, el “pueblo viejo”: “No
podíamos permanecer inactivos los hijos de Cañuelas, en presencia de un estado
de cosas inmutables, en un pueblo fundado poco después del grito de la
independencia, que ha visto asomar el Centenario de 1910 sobre el general progreso
argentino, con su habitual insensibilidad para toda iniciativa que signifique
renovarse y progresar”.
El brío inicial, tardaría en rendir sus frutos. En 1934, la
biblioteca lanza sus primeros talleres y cursos, de Contabilidad, Idioma,
Economía Doméstica y otros. Inexplicablemente, nadie se anotó. De esta manera se
advierten la razón de las palabras de Vega, al hablar de pueblo un poco reacio
al cambio y al compromiso. Recién ocho años después (sí, ocho años), un grupo
de jóvenes viene a pedir que se dicten los mismos cursos. Antes, con Carlos
Vega ya instalado en la Capital, un joven poeta de apellido Etchebehere pide a
la comisión que el periódico INDICE vuelva a publicarse, haciéndose cargo de su
redacción junto a su primo Juan Torraca. La nueva edición de INDICE se publicó
durante el año 1938.
La biblioteca popular, tal como lo decía Sarmiento,
comenzaba a “estimular a los ociosos y a despertar dormidos”. En diciembre de
1945, acompañada por la transformación social que se llevaba a cabo en el país,
la institución aprueba sus estatutos en gran parte vigentes, y toma el nombre
de Sarmiento. Luego de esto la entidad sufre un inesperado revés al ser
desalojada por el Club Estudiantes, propietario del local. La biblioteca poseía
entonces más de 5000 volúmenes, que se elevaban a 7000 hacia 1955. La falta de
sede propia, sumado a la crisis democrática después del ‘55, marcan los diez
años más difíciles de su historia. La biblioteca pudo haber desaparecido.
No obstante, un grupo fuerte encabezado por el doctor
Lizardo Cáceres, acompañado Salomón Odessky, Blanca Iribarne, y luego Héctor
Garavaglia, Juan Mazzoleni y Ángel Marzetti (quien como intendente donará el
50% de su sueldo) entre otros, no abandona el barco. Entre el ´66 y el ´68 a la
biblioteca se le permite funcionar en la planta del edificio de la Escuela N°1.
En 1970 llega el momento por tanto tiempo soñado. Con la
ayuda de innumerables vecinos de Cañuelas que dieron su dinero sin esperar
retribución alguna, logra comprarse el predio actual sobre Lara y 25 de Mayo;
la biblioteca al fin contaba con sede propia. A pesar de los vaivenes políticos
la institución llega bien plantada para el retorno de la democracia de 1983. En
los años que siguen, comandada por figuras como María Lydia Torti, sucesora de
Blanca Iribarne en el cargo de directora, y el ejemplar Juan Rolandelli, la
biblioteca se transforma en uno de los principales ejes culturales del partido:
muestras de artes, concursos escolares, visitas de escritores, y la ampliación
constante de su caudal bibliográfico. Hacia 1990, la biblioteca albergaba 15000
volúmenes.
Pronto las instalaciones quedaron chicas. Esta vez con
fondos propios, la biblioteca concreta el proyecto de modernizar su edificio.
En marzo del 2000, se inaugura una nueva sala de lectura, se incorpora por
primera vez tecnología para el inventario y se remodela toda la fachada, diseño
a cargo del arquitecto Rubén Bottero. La presidenta de la institución era
entonces Alejandrina Chiappe. La biblioteca, demostrando su importancia en
tiempos de crisis económica, llega a batir su propio record de socios. En el
2002 se experimenta una sensible pérdida con el fallecimiento de la bibliotecaria
Luisa Aristegui, al poco tiempo, la reemplaza la joven Malena Reimer, quien lleva
a cabo una reestructuración del área bibliotecológica.
Hacia el año 2008, a la biblioteca se le presenta una nueva
oportunidad de mejorar su sede. Merced a un subsidio de la senadora Cristina
Rasquetti se habilita un nuevo salón de usos múltiples sobre la calle 25 de
Mayo en parte del espacio del jardín. La ayuda económica llegaba, faltaba otro
salto cualitativo para que la institución se pusiera al alcance de estos
tiempos cambiantes y veloces.
Es así que en una situación inédita en muchos años, en agosto
de 2008 asume la presidencia Julio Herrera acompañado por una nueva comisión
integrada exclusivamente por jóvenes. La biblioteca brilla ahora por su
apertura social, revalidando su concepto de popular. Narradores Sociales, Mes
de la Poesía, apertura del Rincón Infantil, saneamiento financiero, fueron
algunas de las realizaciones importantes de esos dos años, pero principalmente
el protagonismo colectivo y comunitario, sumado a la colonización de las redes
de comunicación con un discurso fresco y chispeante.
En el 2010 vienen más cambios, tal vez porque “lo igual
atrae a lo igual”. Herrera deja su lugar al joven estudiante de psicología
social, Cristian Cirigliano. Un torbellino de proyectos, se reconfigura la
articulación institución-comunidad, pasando de la figura del lector-pasivo al
diálogo vivo y real. En octubre se lanza el primer grupo de talleres bajo el
lema Hagamos Grande la Biblioteca: Teatro, Cine Debate, Literatura y Club de
Lectura. La mayoría resultan un éxito inmediato de inscriptos, pero, sobre todo,
el ápice del vínculo humano con todos los miedos y revoluciones que arrastra.
“La biblioteca tomada por los jóvenes”, muchos llegaron a
decir. Al poco tiempo se suman los talleres de Filosofía y Fotografía, mientras
que el espacio del SUM seguía permitiendo muestras de artes, autóctono y
moderno, de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos filial Cañuelas y los
Rostros del Martín Fierro de Regina Bigiotti, entre ellas.
Otra circunstancia novedosa, la da la apertura de la Radio
de la Biblioteca en internet, con el arribo de jornadas de discusión, poesía,
recitales, en vivo y en directo. Llega el 2012 y una nueva comisión asume.
Nuevos nombres, nuevos cambios. Discusión democrática, peligros y todo el
horizonte. Se agregan los talleres de danzas y el literario para niños, y el
grupo de teatro ofrece su trabajo de año y medio con muestras mensuales
gratuitas.
Hoy la biblioteca reúne en sus talleres alrededor de 300 personas, quienes entregan su arte como porciones de los mismos libros a cuidar. Los socios, superan el número de 1000, y juntos a ellos son casi todo el sostén económico y social con que la institución en la actualidad cuenta.
Por lo tanto, la biblioteca no tiene y ni puede tener otros dueños. Gracias por la confianza y por compartir el camino que siempre está comenzando. Y como dice Carlos Vega, tomando un poema de Rega Molina para ejemplificar las supervivencias que estudia el folklore: "Las aguas pasan, pero el río queda".
Mayo de 2012.
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