lunes, 30 de marzo de 2009

Poesía...eres tú

El título de pertenece a un poema de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), conocido por sus Rimas y leyendas de amor, el más romántico de los poetas –al menos lo considerado romántico en España. Los versos son una respuesta a su amada: “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía…eres tú”.

En la invitación a la Semana de la Poesía (al final fueron dos), entradas atrás, soltamos como propuesta para que escriban lo que vendrían a ser temas o formas argumentales: religioso, amoroso, gauchesco, declamativo, social. Bien mirado erramos en “declamativo”, ya que no es un argumento sino un modo de decirlo, y que puede abarcar los restantes. Más allá de este infortunado desliz, pensamos que sería buena idea dar un ejemplo y una anotación de cada uno de los asuntos nombrados y que puede tratar la poesía. Nadie pretende que se escriba tocando un tema y obviando los otros, tampoco en poesía es posible, pero siempre los autores tienen predilección o vocación por alguno de ellos. Entonces un intento de explicación.



Religioso. Comenzamos por uno difícil, y es porque tal vez sea el más antiguo. Los textos más antiguos que podemos encontrar son religiosos y –casi siempre- también poéticos. La Biblia contiene varios libros que pueden ser considerados poéticos –notarán que tomamos poético y poesía como sinónimos- los Salmos (que estaban para ser cantados), El Cantar de los Cantares (poema erótico si los hay), por no hablar de Los Evangelios y las metáforas en las que se expresaba Jesús. También la tragedia griega y en el medioevo la Divina Comedia, por diferentes razones, vienen de fuentes religiosas. Cercano a nuestra lengua y nuestra cultura, tenemos el Siglo de Oro español (entre XVI y XVII), mucha de la mejor poesía del Siglo de Oro es religiosa: Santa Teresa, Juan de la Cruz, Fray Luis de León y hasta Quevedo.

¿Qué sería hoy poesía religiosa? Uno de los grandes poetas argentinos, Almafuerte, tiene poemas en los que –ya sea positiva o negativamente- dialoga con Dios, no en vano fue comparado con los profetas de la Biblia. La creencia en fuerzas superiores que de algún modo operan en nuestra vida, el lugar que tiene la predestinación o algún tipo de providencia, son elementos de estos poemas. En fin, la lucha con lo irremediable o lo más grande a nosotros, que no por eso deja de ser humano.

No sabemos si este poema puede ser considerado religioso, pero quiere ser un ejemplo moderno de lo dicho.


Los heraldos negros Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
César Vallejo (1892-1938), peruano, de Los heraldos negros (1918).


Amoroso. Todos comienzan por acá, y termina siendo un tipo de poema muy difícil de escribir. Si en poesía como flagrante condición primera, es necesario sinceridad para ser creído –no sobre lo personal, en lo que se dice- acerca del amor esto no alcanza, (Nietzsche llamaba a la clave “impudor”). El escribir un solo poema de amor digno de ser participado en una antología (universal), es de una gran fortuna. Pero Neruda escribió varios. Otros que escribieron buenos en español, además de los del Siglo de Oro, con mayor o menor suerte, fueron o son: Alfonsina Storni, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Juan Gelman, Idea Vilariño, Miguel Hernández, Octavio Paz, Rubén Darío, Delmira Agustini, Amado Nervo, y si incluimos la influencia del surrealismo pueden entrar Olga Orozco, Oliverio Girondo y hasta Julio Cortázar (que no escribió mucha poesía), entre muchos; imposible sean los únicos, dijimos que bastaba con escribir uno o dos perdurables, como podrían ser los casos de Borges, Macedonio o Lugones.

Varias de las reverberaciones de los poemas de amor nos llegan del amor cortes medieval, la figura de la Amada y la mujer como ser angelical; otros del romanticismo, donde prevalecen la soledad y la subjetividad de poeta; el resto –habría que estudiar mejor su influencia sobre las anteriores- son antiquísimas y provienen de la lírica y de sus predisposiciones musicales y a la embriaguez.

Siempre es bueno volver a leer poemas de amor (la adultez y la formación profesional insisten que es una tontera). ¿Quién no leyó 20 poemas de amor y una canción desesperada? Cuando a Neruda le preguntaron quién o quiénes habían inspirado el libro, respondió: “Mari Sol y Mari Sombra”. Y se van a seguir escribiendo libros sobre eso.


Me gusta cuando callas…

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda (1904-1973), chileno, de 20 poemas de amor y una canción desesperada (1924).


Gauchesco. Decir gauchesca es decir “gaucho”. El debate, muy interesante por cierto, de si el gaucho dejó de existir o aún pervive, su vestimenta, el origen de su sangre y la relación con la argentinidad, no será tratado aquí. Aunque entendemos que hay una interdependencia de ambas indagaciones. Jorge Luis Borges en su ensayo sobre el Martín Fierro, escribe, un poco despreciativamente: “el pueblo sólo sabe expresarse en octosílabos, todo lo demás para él es prosa”. Las formas octosilábicas más populares en nuestra literatura son la sextina, la décima y la copla; cualquiera de éstas derivan con mucha facilidad en temas musicales, bastará señalar que al que se le atribuye la fijación del uso de la décima en España, Vicente Espinel (1550-1624), también se lo ubica como el que agregó la quinta cuerda a la guitarra.

La creación del Martín Fierro funciona como eje en casi todos los modos de historiar la literatura gauchesca, al punto de que muchos creen que no se produjo nada realmente importante después de la obra de Hernández. En la formación del Martín Fierro, no obstante, son relevantes autores anteriores como Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascusubi, Estanislao Del Campo y principalmente el uruguayo Antonio Lussich; posteriores al Fierro, se pueden citar a Rafael Obligado, Ricardo Güiraldes, León Benarós y Atahualpa Yupanqui, entre los más cercanos. Guillermo Etchebehere, el poeta nacido en Cañuelas, escribió décimas de un nivel superlativo, aunque no siempre tengan el tema gauchesco como dominante, se definen mejor con las palabras del folklorista Juan A. Carrizo: glosas “a lo divino” o “a lo humano”. El Martín Fierro tampoco puede circunscribirse a las “cosas del campo” o a una época determinada del país, de ahí que haya suscitado interpretaciones filosóficas tan profundas y que para muchos sea el poema que mejor describe toda un alma nacional. Van las primeras sextinas de la segunda parte, escrita en 1879.


Martín Fierro Atención pido al silencio
Y silencio a la atención,
Que voy en esta ocasión
Si me ayuda la memoria,
A mostrarles que a mi historia
Le faltaba lo mejor.
Viene uno como dormido
Cuando vuelve del desierto;
Veré si a esplicarme acierto
Entre gente tan bizarra,
Y si al sentir la guitarra
De mi sueño me dispierto.
Siento que mi pecho tiembla
Que se turba mi razón,
Y de la vigüela al son
Imploro a la alma de un sabio,
Que venga a mover mi labio
Y alentar mi corazón.
Si no llego a treinta y una
De fijo en treinta me planto,
Y esta confianza adelanto
Porque recibí en mí mismo,
Con el agua del bautismo
La facultá para el canto.
Tanto el pobre como el rico
La razón me la han de dar;
Y si llegan a escuchar
Lo que esplicaré a mi modo,
Digo que no han de reir todos,
Algunos han de llorar.
Mucho tiene que contar
El que tuvo que sufrir,
Y empezaré por pedir
No duden de cuanto digo;
Pues debe crerse al testigo
Si no pagan por mentir.
Gracias le doy a la Vírgen
Gracias le doy al Señor,
Porque entre tanto rigor
Y habiendo perdido tanto,
No perdí mi amor al canto
Ni mi voz como cantor.
Que cante todo viviente
Otorgó el Eterno Padre.
Cante todo el que le cuadre
Como lo hacemos los dos,
Pues solo no tiene voz
El ser que no tiene sangre.
Canta el pueblero... y es pueta;
Canta el gaucho... y ay! Jesús!
Lo miran como avestruz
Su inorancia los asombra;
Mas siempre sirven las sombras
Para distinguir la luz.
El campo es del inorante,
El pueblo del hombre estruido;
Yo que en el campo he nacido
Digo que mis cantos son,
Para los unos... sonidos,
Y para otros... intención.
Yo he conocido cantores
Que era un gusto el escuchar;
Mas no quieren opinar
Y se divierten cantando;
Pero yo canto opinando
Que es mi modo de cantar.


José Hernández (1834-1886), argentino, La vuelta del Martín Fierro (1879).


Declamativo.
En el lío que nos metimos. Según la RAE, una de las definiciones de declamar: “Recitar la prosa o el verso con la entonación, los ademanes y el gesto convenientes”. ¿Cuáles serían ejemplos de poemas declamativos?, para ir a lo más difícil de la cuestión. No depende tanto de si el poema es apto para ser declamado como del ánimo, la presencia y el gesto corporal del poeta. Un poeta como Rimbaud, por ejemplo, reconocía no saber leer sus poemas en público, y no por eso dejó de revolucionar la poesía francesa. Entonces es una actitud no intrínseca a ser un buen poeta, sería algo así como creer que Jimi Hendrix es mejor guitarrista que Yupanqui por tocar con los dientes o detrás de la espalda. Contradiciéndonos un poco, es cierto que hay poesía que se nos aparece más afín a las palabras como sonidos de la voz o a un modo de gritarla; los poemas de García Lorca, por citar un ejemplo, tienen tal perfección musical que parecen hechos para ser leídos en voz alta (y razón, seguro, de su vínculo con el teatro y la poesía infantil). Mientras que hay otra poesía más de sabiduría o de pensamiento, diríamos -amén de su elaboración, tal vez compleja- que está para ser “rumiada” si busca ser entendida, parafraseando al Martín Fierro.

Pensado en España se nos pegó este poema de González Tuñon sobre la Guerra Civil. Los hechos sociales concretos y la protesta son muy buenos transportes para la declamación. Pero este poema podría abrir otros encendidos e interesantes debates.


La Libertad

I

De pronto entró la Libertad.

La Libertad no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.
La Libertad es feroz.
La Libertad es delicada.

La Libertad es simplemente
la Libertad.

Ella se alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.

Nosotros tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)

Hermanos, nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.

III

De pronto entró la Libertad.

Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.

De pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.

Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.

De pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.

Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.

De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.

La Libertad cerró el puño.
¡Ay! Entonces...

Raúl González Tuñón (1905-1974), argentino, de La muerte en Madrid (1939).



Social. De la poesía social, se pretende surja de datos empíricos objetivos (para una subjetividad normal), de hechos de nuestro tiempo que pasan y deben ser escritos, de un consciente compromiso (como si cualquier época no nos atara y expoliara de maneras que desconocemos), aumentando el ajuste: hijos de un tiempo, entre dos fechas fijas – de vida y de muerte- lo mismo debemos hacer con nuestros escritos, (lo que sería casi una crónica periodística, sin desmerecer el género). La idea común de poesía social es lo que acabamos de explicar, aunque lo que vaya quedando sea otra cosa.

Atahualpa Yupanqui tuvo que conocer varios paisajes y muchos hombres para cuajar en ejemplo de los que ahora sí se hacen llamar cantores sociales o de protesta. Esta última definición nunca gustó a Yupanqui: “No creo en los profesionales de la canción de protesta. El que quiera gritar sus panfletos públicamente y con música, que lo haga. Pero ése no es un artista. No creo en los ‘protestadores’. Eso es demasiado fácil. Mi canto es otro”, explicaba en una entrevista. Y en consonancia con lo que decíamos anteriormente, la poesía no puede hablar de una época en lo inmediato, para Yupanqui debe insertarse en una tradición más grande: “procuro incorporar mi voz a las viejas voces populares” decía, por eso fijar una época es fijar “un acontecimiento del alma o de la tierra”. Y en otro lugar -para sobrevolar una profundidad que en Atahualpa a veces es inconmensurable- reflexiona: “Yo pienso, cuál será el primer texto de protesta, y lo encuentro en los Evangelios, cuando Cristo, en la cruz, dice: ‘Dios mío ¿por qué me has abandonado?’”(1).

Finalizamos con la letra de una canción del propio Yupanqui, viene de su autobiografía en video “Un río que no cesa de cantar”, desconocemos si está recopilada en algún disco.


Pachamama…(fragmento)

Pachamama, no vengo a pedirte nadita pa mí,
vengo a pedirte por los pobres que viven aquí.

Pachamama, madre de los cerros, ayudamelos,
que a todas las penas me las lleve yo.

Que no soy nada, nada más que senda,
yo que soy un sueño lastimado
de ausencia.

Te dejo este ruego pa que
nunca sufran los pobres de aquí.



Atahualpa Yupanqui (1908-1992), argentino.


Ya está hecho lo que nos propusimos. Esperamos que surjan otras preguntas y que hayamos dejado cabos sueltos, para eso sirvió. La mayor parte de la poesía perdurable se niega a ser puesta en un solo cajón, ¿dónde ubicar gran parte de la obra Vallejo por ejemplo, o la de Alejandra Pizarnik, ¿Y la poesía que se escribe hoy? Nicanor Parra, un poeta vivo –queremos decir vive su persona-, en un poema recrea el verso de Bécquer que tenemos por título, mucho más cerca de las expectativas y las desazones modernas.


¿Qué es poesía?
La fundación del ser por la palabra

Todo lo que se mueve es poesía
Lo que no cambia de lugar es prosa
Pero ¿qué es poesía? Todo lo que nos une es poesía
Sólo la prosa puede separarnos
Sí, pero ¿qué es poesía?
Vida en palabras
Un enigma que se niega a ser descifrado
Por los profesores
Un poco de verdad y una aspirina
Antipoesía eres tú.
Nicanor Parra (1914), chileno.



Nota
(1) Los dichos de Atahualpa Yupanqui vienen del libro de Norberto Galasso, “Atahualpa Yupanqui, el canto de la patria profunda” y de una entrevista de la Revista “Crisis” Nº 29, Septiembre 1975.

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