viernes, 6 de febrero de 2009


Aportes para la discusión y el análisis de la cultura


“Como se ve, la palabra ‘cultura’ tiene en estas materias un sentido mucho más amplio que el ordinario y común. No se refiere al tesoro personal de un hombre que ha estudiado y aprendido mucho sino a todas las invenciones o creaciones del hombre en todos los tiempos. Una poesía y un refrán son dos ‘objetos culturales’, pero también son objetos culturales –repetimos- la carreta y las espuelas, la casa y los muebles, la empanada y el martillo.”

“Cada empanada es una opinión sobre la empanada.”

Carlos Vega, “La ciencia del folklore”, 1959


A la Biblioteca ingresaron dos importantes publicaciones de la Secretaría de Cultura de la Nación, que abordan, principalmente a través de variables numéricas, la producción y la evolución de los bienes culturales en nuestras provincias y el comercio de los mismos entre países sudamericanos.

Registran valores de los años 2005 y 2006, y tienen por título:

-Primer Congreso Argentino de Cultura, Aportes para la discusión y el análisis (Congreso realizado en Mar del Plata el 25, 26 y 27 de agosto de 2006) por la Subsecretaría de Cultura de la Nación.

-Nosotros y los otros, el comercio exterior de bienes culturales en América del Sur, por la Subsecretaría de Cultura de la Nación y el Gobierno Bolivariano de Venezuela, 2008.


Esta herramienta no nos interesa tanto para abrir juicio sobre la acción gobierno como para intentar reflexionar sobre los valores culturales: qué alcance tienen y, además, sacar a la luz y poner en cuestión algunas definiciones que se dan sobre ellos en los textos.

El secretario de Cultura de la Nación, José Nun, es también un destacado intelectual, por lo que nos proporciona buenos elementos.

La publicación “Nosotros y los otros…” en las páginas iniciales se ocupa de algunas definiciones de cultura. Luego de revisar y desechar las más extensas y con enumeraciones de prácticas, sintetiza cultura como “un conjunto de actividades humanas y productos cuya razón de ser consiste en generar un procesamiento simbólico.”

Urge –para nuestro objeto- tratar de definir símbolo, o qué hace del hombre un ser simbólico. Recurrimos a un autor de fértil consulta para el tema, tanto en filosofía, antropología o psicología, Ernest Cassirer y su “Antropología filosófica” en este caso:

“El hombre no puede escapar a su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de la propia vida; ya no vive en un puro universo físico sino en un universo simbólico. ( ) El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. ( ) En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo. ( ) Su situación es la misma en la esfera teórica que en la práctica. Tampoco en ésta vive en un mundo de crudos hechos o a tenor de sus necesidades y deseos inmediatos. Vive, más bien, en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de sus fantasías y sueños.” (FCE, páginas 47 y 48)

Vemos lo complejo del mundo del símbolo y que también nos aleja de la definición aristotélica, con vigencia desde fines del medioevo, del hombre como animal racional. La realidad significable, buscada y expresada todo el tiempo, no se puede subsumir en su totalidad a las categorías de la razón (Kant), el arte, el mito y la religión también tienen su espacio. Entonces para Cassirer, el hombre no es animal racional sino animal simbólico.

Analicemos ahora unas pocas variables numéricas para luego volver.

Los gráficos que tomaremos serán de la publicación Primer Congreso Argentino de Cultura, realizado en el 2006 en Mar del Plata (en Tucumán ocurrió el segundo, el año pasado).

Los números miden los presupuestos de la Administración Pública destinados a Cultura en todas las provincias argentinas y en ciudad de Buenos Aires. Como en el país aún no existe –aclara un asterisco- “un sistema de indicadores culturales y una labor sistemática de relevamiento de información diagnóstica”, “los datos existentes sobre el área son parciales –referidos a campos acotados- dispersos, fragmentarios”. Dentro de este contexto no queda otra que interpretar.

Lo primero que salta a la vista es el peso de la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires; pero la Ciudad de Buenos Aires sola, tiene en monto más presupuesto que todo el resto del país junto. En la Capital el porcentaje del presupuesto destinado a Cultura sobre el presupuesto público total de la provincia es 3.63 %; en el resto de la provincia de Buenos Aires un 0.40%, superada por San Luis (2.73%), Santa Fe (0.82%), Jujuy (0.60%), Tierra del Fuego (0.60%), Mendoza (0.43%) y Salta (0.41%), detrás y cerca Córdoba (0.39%) y Tucumán con el mismo porcentaje. Los datos pertenecen al año 2006.

Queda por descubrir si en esos “centros” la cultura aumenta y modifica la calidad de vida o si sencillamente viene empujada por el crecimiento económico, si los valores son de consumo o tienen relación con la capacidad de las personas de generar su propio mundo. Asimismo, por las provincias mencionadas, hay que ver la importancia del turismo y en qué representa un crecimiento. Y no se puede soslayar, tal el abismo numérico, que la capital sigue siendo la gran devoradora de cultura, exterior e interior, y que la devuelve al resto del país a su particular manera.

Y aquí nos detenemos para cuestionar esta última noción de cultura, que parece eminentemente urbana.

Ocurre muchas veces que los gobiernos se excusan en situaciones económicas apremiantes de no poder utilizar fondos para cultura, y es porque aún prevalece la idea de que la cultura es algo así como un lujo (herencia sesgada del enciclopedismo e iluminismo del siglo XVIII), como si pudiera existir grupo humano que no esté bajo la influencia de cultura.

Para finalizar, preguntamos: ¿Y si las sucesivas crisis que vive un país fueran por el lastre de contradicciones culturales no resueltas? ¿Y si en general lo que llamamos cultura en vez de espectáculo o esparcimiento fuera una poderosa herramienta de cambio?

El subtítulo que aparece en las páginas de internet y asimismo como vector en la fundamentación de una de las publicaciones, “Hacia políticas culturales de Estado; Inclusión social y democracia”, parece traer una buena propuesta.

Por otra parte los congresos, por su esencia, además de buscar el consenso, no están para otra cosa que generar nuevas tensiones y discusiones.

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