martes, 22 de septiembre de 2009


En busca del tiempo perdido: “A la sombra de las muchachas en flor” de Marcel Proust, por una lectora

En la Biblioteca, de tapas verdes la primera traducción completa al español de "En busca del tiempo perdido" (edición argentina de 2175 pags. en papel biblia, por Santiago Rueda, 1947) y "A la sombra de las muchachas en flor" por la misma editorial.


Gracias a la anterior encuesta sobre clásicos europeos, logramos interesar a alguien por la obra del novelista francés Marcel Proust (1871-1922). No ocultamos la alegría ya que es una de las razones cardinales que justifican la existencia de una biblioteca: promover la lectura de autores conocidos y no. Y este caso más aún, al tratarse de un novelista de difícil abordaje y al mismo tiempo considerado un clásico.

¿Y qué será un clásico? Pregunta menos trabajosa en autores antiguos, explicada en cierta medida por la permanencia a través de los siglos, pero ardua en los llamados autores contemporáneos. Notamos que la idea de “clásico” tendría dos costados: por un lado sería un retorno a lo viejo –pensemos, por ejemplo, en la palabra renacimiento- y, por el otro, una superación de eso viejo, que por ser implica un resumen de aquello y la presentación de lo mismo de un modo fresco y nuevo. De cualquier manera se piensa que para el siglo XX este análisis no alcanza. Y la obra que vamos a tratar, máxime si tenemos en cuenta su lenta recepción, pertenece a ese siglo.

"En busca del tiempo perdido" (À la recherche du temps perdu, en francés) está conformado por una serie de novelas que Proust fue publicando en diferentes entregas y algunas póstumas: “Por el camino de Swann” (1913), “A la sombra de las muchachas en flor” (1919), “El mundo de Guermantes” (1921-1922), “Sodoma y Gomorra” (1922-1923), “La prisionera” (póstuma, 1925), “La fugitiva” (póstuma, 1927) y “El tiempo recobrado” (póstuma, 1927). Depende la edición, pero en general todo el libro supera las 3000 páginas.

Nuestra lectora, que no quiso dar su nombre, leyó la segunda parte: “A la sombra de las muchachas en flor”. Ella ya pasó los cuarenta diciembres y es una nueva estudiante de la carrera de Lengua y Literatura del Instituto José Manuel Estrada de Cañuelas. Y así escribe:

La obra transcurre en Francia. El protagonista, un joven tuberculoso que anhela ser escritor, sufre amores contrariados no correspondidos. En la piel del narrador, Proust delinea, irónicamente por momentos, aristócratas, burgueses, artistas, gente de pueblo, realizando diferentes enfoques de cada uno de ellos. También realiza de manera estética descripciones de lugares y la naturaleza. Y como bien lo indica su título, son las “muchachas en flor” las que centran su atención, son los personajes femeninos los que el autor, de manera exhaustiva y con un dejo de admiración, logra definir realzando su espíritu.

Su poder de síntesis hace que imaginemos el texto en la contratapa de alguna de las ediciones sueltas que se encuentran. Y como la lectora no tiene conexión a Internet, creemos que se trata de un trabajo esforzado y original. Cuesta encontrar en toda la web, una crítica en español a En busca del tiempo perdido, porque claro, hay que sentarse a leer un rato.

Es la razón por la que elegimos también compartir parte del prólogo al volumen Por el camino de Swann de una edición española, donde se tratan los sentidos literario, filosófico y psicológico de la novela mayor:


Cuando comienza su redacción, hacia 1908, Marcel Proust es un burgués culto, un judío refinado, homosexual y asmático al que la sociedad francesa no reconoce como un verdadero escritor. (…)

Abrimos el primer tomo y escuchamos una voz que comienza su monólogo: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano…”

¿Quién es el que habla: Yo, el Narrador, Proust? No importa demasiado. A partir de aquí, el relato avanza lentamente, formando sutilísimos meandros, recorriendo incansablemente el mapa sentimental de la memoria. Todos son matices, detalles, sugerencias, búsquedas, adivinaciones… (…)

Al hacerlo, está revolucionando la novela contemporánea. Ante todo, el espacio: como Kafka, es un gran descubridor de nuevos mundos interiores. (…)

A partir de Proust, el tiempo es el gran protagonista de la novela contemporánea: es tan íntima la conexión entre los recuerdos y las vivencias actuales que los novelistas recurren de modo habitual y sin anunciarlo claramente a los saltos en el tiempo, la técnica cinematográfica del flasback, las series cronológicas paralelas…

La obra de Proust significa, sobre todo, la cumbre –y quizá el final- de la novela psicológica. Lo que él incorpora al análisis psicológico es una sensibilidad extraordinaria que capta matices de una finura antes desconocida: cualquier detalle de la realidad, insignificante en apariencia, gana riqueza y profundidad mediante relaciones constantes entre objetos y tiempos. De este modo, el narrador nos ofrece un mundo algo enrarecido pero de una extraordinaria belleza.

Añádase a todo eso una morosidad, un tempo lento que va a ser muy fundamental de buena parte de la novela contemporánea.

La búsqueda de Proust culmina en su análisis del tiempo: sólo la memoria nos puede salvar de la discontinuidad, de la muerte. Pero no nos sirve para eso la memoria intelectual, voluntaria, que no conserva nada vivo, sino el recuerdo involuntario, inexplicable, que nos acomete de improviso, unido a la sensación. (…)

La técnica proustinana tiene mucho que ver con el impresionismo: ya no hay barreras, todo se comunica. (…)

La obra de Proust es, por último, un ejemplo de lo que llamamos la novela summa, la novela total: la que nos da, en síntesis, la experiencia y sabiduría adquiridas a lo largo de toda una vida. (En esto, como en todo, El Quijote sigue siendo la referencia básica).

Al fondo de todo late una dimensión simbólica universal, ¿qué vida humana no es, en cierta medida, una búsqueda del tiempo perdido?


Prólogo de Andrés Amorós, en Por el camino de Swann de Marcel Proust, edición de El Mundo, Unidad Ed. S.A, Colección Millenium (las 100 joyas del milenio), 1999, Madrid, España.


Sitios:

-Nota en "La Nación" sobre las traducciones de la obra y el no poco importante papel que jugaron las argentinas:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=753523
-Una crítica de alguien que leyó toda la novela:
http://www.solodelibros.es/01/12/2005/a-la-busca-del-tiempo-perdido-marcel-proust/
-Y bueno, en esta página http://www.librosgratisweb.com/ pueden bajar el libro completo. Por si quieren probar.



Así comienza Por el camino de Swann, o sea En busca del tiempo perdido:


Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya me duermo».Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V. Esta figuración me duraba aún unos segundos después de haberme despertado: no repugnaba a mi razón, pero gravitaba como unas escamas sobre mis ojos sin dejarlos darse cuenta de que la vela ya no estaba encendida. Y luego comenzaba a hacérseme ininteligible, lo mismo que después de la metempsicosis pierden su sentido, los pensamientos de una vida anterior; el asunto del libro se desprendía de mi personalidad y yo ya quedaba libre de adaptarme o no a él; en seguida recobraba la visión, todo extrañado de encontrar en torno mío una oscuridad suave y descansada para mis ojos, y aun más quizá para mi espíritu, al cual se aparecía esta oscuridad como una cosa sin causa, incomprensible, verdaderamente oscura. Me preguntaba qué hora sería; oía el silbar de los trenes que, más o menos en la lejanía, y señalando las distancias, como el canto de un pájaro en el bosque, me describía la extensión de los campos desiertos, por donde un viandante marcha de prisa hacia la estación cercana; y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por la excitación que le dan los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente, los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno.

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