miércoles, 6 de agosto de 2008


Inquietud, por Guillermo Etchebehere

Como habíamos señalado, el periódico ÍNDICE en su segunda edición de 1938 era escrito por Guillermo Etchebehere y Juan Torraca, ambos muy jóvenes y luego participantes de uno de los principales grupos de intelectuales de la escena porteña de los 40, el grupo Lilulí, cuna de talentos innovadores en más de una expresión artística y cultural.

Carlos Vega –ya instalado en Capital Federal- daba el visto bueno según leemos en “Retorno” (Periódico Índice, Órgano de la Biblioteca), para que una nueva generación retome la pluma.

Sin ser magos, sabemos que este escrito es de Guillermo Etchebehere; por aquellos años seguramente ya trabajando en los primeros poemas de “Pulso de la tierra”, su libro inicial, publicación que llegaría hasta las manos de Enrique González Tuñón quien le retriburía con algún halago.

En ÍNDICE, entonces, vamos a leer a Vega y a Etchebehere; en Vega, inteligencia y penetración; en Etchebehere, lirismo y profundidad.



INQUIETUD

Acostúmbrate a analizar tus actos: desmenuza cuidadosamente el menor gesto, el más insignificante impulso que te pertenezca; controla día a día el fruto de tu esfuerzo: compáralo con el de tus semejantes.

Si no eres sólo un simple objeto, al cual todo le es indiferente, el sabor de esta comprobación constituirá el justificativo de tu vida.

No permitas que ella sea vacía. Tú tienes la fuerza que puede cristalizar en un ideal; condúcela por los caminos buenos y, al practicar un balance al fin de la jornada, toma siempre, aunque sea pequeño, el saldo positivo que ha dejado. De nada vale vivir por vivir.

Haz que tu semilla se hinche en el surco, que germine, que por mala que sea la cosecha, siempre te quedará la alegría de haberla sembrado; y si acaso no recogiste nada, insiste. Nunca aceptes una derrota, si no has intentado vencer.

¿Jamás has sentido como si te martillaran en el corazón, ante la evidencia de una injusticia? No has amado nunca?

Entonces, vuelca esa emoción, haz de ella de tu guía.

Si no comprendes esto, reflexiona. Amargo y doloroso te será pulsar tu propia desgracia; pero esto no debe ser porque eres joven.

Lucha…la indiferencia no te corresponde: es muerte y tú, vives.

Rompe las amarras que te impiden ascender para construir y cuando tengas el alma caliente de inquietudes, no cierres las puertas de tus sentimientos; el egoísmo empeñece; tu vida debe entregarse como agua.

¿Por qué, para qué, quieres amar, leer, viajar, sino te desprendes de algo que ello te haya dejado?

Tú no debes vivir con los ojos vendados al porvenir; ellos tienen que ser guiadores en la noche de los desposeídos. Vierte su luz en sus pupilas, haz que sobre la página lisa de su alma, se impresione con caracteres firmes, una inquietud; cualquiera, sólo ella bastará para centuplicarse más tarde. Hurga, busca, nunca te detengas, la inmovilidad debe morir en ti, porque en ti están basadas todas las esperanzas.

Si de este análisis y de su consecuencia, ríes o sufres, no olvides que ello es propio de los hombres. El verdadero ideal, está en saber que esa risa o ese dolor, han tenido su germen, han fecundado en tu vida, o en la ajena.

Así se justifica que existas, así se alimentan plenamente las inquietudes: cuando han sido savia sobre las raíces muertas.

Vive tú, joven, para la vida; piensa, ama, se enorme fragua donde se funda toda manifestación de humanidad y después dime del sabor a fruta fresca que ello ha dejado sobre la boca de tu conciencia.


Índice, órgano de la biblioteca Sarmiento, junio de 1938, 2º época, Año 1, Nº 1.

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