Y sí, además de recibir material de Los Ángeles y Buenos Aires, también recibimos buenas cosas de Bolivia. ¿O qué creían? ¿Alguien recuerda haber leído que Juan José Castelli, en mayo de 1811 y con las ruinas de Tiwanacu como entorno, congregó a varias tribus para proclamar la liberación de su territorio y la igualdad americana? Está, entre otras páginas, en el libro de Ricardo Rojas, Blasón de plata. Allí se escribe: “La proclamación de la igualdad argentina en las ruinas de Tihuanacu, es el acto más lleno de teatral indianismo que haya consignado la historia de nuestra emancipación”. La incipiente emoción de Rojas pertenece recién a 1910. Es que por mucho tiempo se creyó, que tanto indígena como español, no eran buenos elementos para la construcción de nuestra nacionalidad.
Rodolfo Kusch, uno de los grandes filósofos argentinos poco leídos, quiso pensar todo al revés de Sarmiento, o mejor, las cosas como son y no como nuestra Europa intelectual quisiera que fuesen. Sostenía, en su libro Geocultura del hombre americano, que la Argentina tiene sus raíces culturales en la mediterraneidad; Buenos Aires, en la evolución histórica, es el cuarto eje geocultural, que recién empieza a consolidarse luego de 1853. (Antes fue el eje del litoral que termina en Asunción, primero; en torno a los valles calchaquíes, el segundo; y con influencia de los anteriores, el que penetra por Chile y se ubica en Cuyo, el tercero). Los primeros tres ejes son el sostén de nuestro federalismo, dice Kusch.
Pero demasiada introducción para este lindo escrito de nuestro amigo Pablo Cingolani, que nos llega de La Paz. En él se expone con claridad –con la claridad posible al tratarse de una celebración ritual, emotiva, poética, entonces- de lo que nosotros entendemos (siendo una de sus partes), como la ch’alla, mas abrazando este elemento esencial, a fines de febrero se celebra el día del jach’a anata (El Gran Juego), la celebración ritual más importante en los pueblos originarios de los Andes, que como un regalo además se cruza con el carnaval de la ciudad. La fecha pasó, pero veámoslo mejor.
El Gran Juego
El martes próximo es el día del jach’a anata (El Gran Juego) dentro de la cosmovisión aymara que se enraiza con fuerza en las comunidades originarias del altiplano boliviano. El jach’a anata es el momento crucial de la celebración ritual más importante de los Andes durante la época de lluvias cuando se agradecen los frutos que brinda la tierra y donde la comunidad (y cada uno de sus miembros) busca armonizar energías e intimar con la Pachamama , sentirla y sentirse parte del cosmos, para que la fertilidad y la vida buena sigan y el universo se regenere en convivencia e impulso recíproco. Es La Gran Fiesta; es El Gran Juego.
En las ciudades bolivianas del occidente, se celebra como martes de ch’alla (la ofrenda con alcohol), una de los elementos esenciales del ritual, aunque no el único. Pero sirve, sirve desde ya, establecer aunque sea esa conexión con la totalidad, tomando en cuenta que ese día, millones de personas, de alguna u otra manera, en el campo y en la ciudad, en las comunidades alejadas (alejadas de nosotros, claro) de la puna y los pueblos de los valles de Bolivia, el sur peruano, el norte chileno o el NOA o en las barriadas de los hermanos bolitas en el Gran Buenos Aires, en San Pablo o en Murcia-España, millones van a celebrar esa comunión vital con la Gran Dadora , la Diosa Madre de la Tierra.
Millones de seres humanos en todo el planeta ch’allaran ese día y millones de corazones, millones de hombres y mujeres con fe, millones de manos que se entramaran con la tierra, son mucha esperanza junta, mucha alegría y mucha fuerza. Para compartir esto, sólo se precisa disposición de ánimo y disponibilidad de sentimiento. No es cuestión de iniciación, ni de temor ante la probable burla o de insospechado temor por romper los cánones: es cuestión de sentir que uno no está sólo y no es ajeno, sino todo lo contrario, al Gran Juego del Cosmos, y lanzarse.
Ese día, júntate al menos con otra persona. Abran dos botellas de una bebida con alcohol (el par es la fuerza: Dios y el Diablo, el cielo y la tierra, la mujer y el varón, lo andino y lo occidental), sirve los vasos (el wasuwiri) con cariño fraternal y antes de tomar un solo sorbo, siente toda la fértil vitalidad de la tierra circulando dentro tuyo, atrévete a volver a ser cosmos, y ese primer líquido, ese primer sorbo, no es tuyo, sino que lo ofrendas, con un chorro hacia ella y con todo tu corazón, a la Madre Tierra , a la Pachamama de todos nosotros.
Cuando lo hagas, ya estarás adentro del umasuyu existencial, del país de las aguas inmemorial, donde todo es mística de vida y lucha. Si lo sientes, no te salgas nunca más.
Pablo Cingolani nació en Buenos Aires en 1963, reside en La Paz, Bolivia, desde 1987. Es historiador, periodista, explorador. Como historiador, realizó estudios sobre los derechos argentinos sobre las islas Malvinas y los problemas de tierras en la puna de Jujuy, la explotación cauchera en la Amazonía y la historia minera de Los Lípez potosinos. Trabajó como redactor y colaborador en una docena de medios gráficos de La Paz y sus artículos también se publican en medios de Argentina, Chile, Ecuador y España. Más de él: www.bolpress.com/a.php?autor=44
lunes, 2 de marzo de 2009
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